Teoría

LA DEUDA Y LA REINVENCIÓN DEL CAPITALISMO 

Nos parece importante para este trabajo primero que nada ubicar el proceso de modernización del Estado o neoliberalismo, porque es aquí donde cambian profundamente las funciones y propósitos de los gobiernos.

Señala Perry Anderson (1996) que el neoliberalismo nace después de la Segunda Guerra Mundial y que fue una reacción teórica y política contra el Estado intervencionista y de bienestar, este surgido después del crack de 1929.

Sus principales padres teóricos: Friedrich Hayek y Milton Friedman argumentaban que el nuevo igualitarismo promovido por el Estado de bienestar (décadas de los 50-60), destruía la libertad de los ciudadanos y la vitalidad de la competencia.

La gran crisis de este modelo de bienestar llegó en 1973, cuando el capitalismo cayó en una larga y profunda recesión combinando bajas tasas de crecimiento con altas tasas de inflación, abriendo así paso a las ideas neoliberales. Hayek y compañía ubicaban la crisis en el poder de los sindicatos, que impedían la acumulación privada por la exigencia de altos salarios y el excesivo gasto social del Estado.

Ellos plantearon que el Estado si debía ser fuerte pero en su capacidad de destruir los sindicatos y parco en todos los gastos sociales (educación, salud, seguridad social, vivienda, pensiones, salarios justos, pleno empleo). Que su meta suprema debía ser la estabilidad monetaria, así como restaurar la “tasa natural de desempleo”, reducir los impuestos sobre las ganancias. Así se instalaría de nuevo “la saludable desigualdad para dinamizar de nuevo las economías”, decían ellos.

Esta transformación política, social y económica del Estado inicia en Inglaterra (1979) y en EU (1980), después se extiende a toda Europa. Pero la primera experiencia neoliberal sucedió en Chile bajo la sangrienta dictadura militar de Augusto Pinochet (1973-1990), que comenzó de forma feroz con la desregulación, el desempleo masivo, la represión sindical, las privatizaciones favoreciendo a las clases altas nacionales y extranjeras.

Con este claro antecedente queda de manifiesto que la tan pregonada democracia occidental es un mero ideal y es el parapeto que encubre el hecho de que la libertad está en función de la esclavitud.
Basta recordar que la modernización en México inicia con un fraude electoral, el de Carlos Salinas de Gortari en 1988, quien dedico sus esfuerzos para aplicar de manera dogmatica el Consenso de Washington (CW).

El nombre CW fue utilizado por el economista inglés John Williamson y se refiere a los temas de ajuste estructural que formaron parte de los programas del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional en la época del reenfoque económico durante 1982.

El CW es la aplicación de los diez instrumentos de política económica neoliberal para llevar adelante el objetivo de un sistema capitalista mundial basado en la libertad del mercado para operar, donde predominan los más "aptos" en una especie de "darwinismo social", donde la vida social se concibe gobernada por las leyes del mercado, llevando a una selección natural de la supervivencia del más fuerte y a la eliminación del más débil.

Como señala (Lomoro, 2007) la inflación es un parámetro central de la economía. Para los impulsores del Consenso de Washington, las políticas de ajuste y reforma estructural tienen su origen en la crisis de la deuda. No es de extrañar que el control de la inflación sea un asunto prioritario para los organismos acreedores. A continuación, una revisión breve de los principales instrumentos:

1) Disciplina fiscal. No más déficit fiscal. Grandes y sostenidos déficit fiscales constituyen la fuente primaria de los trastornos macroeconómicos que se manifiestan como procesos inflacionarios, déficit de la balanza de pagos y fuga de capitales. Un déficit de presupuesto operacional que sobrepase un 1% a 2% del PIB se considera prueba fehaciente de una falla en la política aplicada.

2) Prioridades en el gasto público. La necesidad de cubrir el déficit fiscal presenta la disyuntiva entre aumentar los ingresos fiscales o reducir el gasto público. El CW, influido por los economistas "reganianos" ("supply-siders"), optó por favorecer la reducción del gasto público.

3) Reforma tributaria. El aumento del ingreso vía impuestos se considera una alternativa a la reducción del gasto público para paliar el déficit fiscal. Existe un amplio consenso, entre los tecnócratas neoliberales, en el principio de que la base tributaria debe ser amplia, mientras que la tasa tributaria marginal debe ser moderada.

4) Tasas de interés. Existen dos principios generales referentes a los niveles de las tasas de interés que concitan el apoyo mayoritario del CW. El primero es que las tasas de interés deben ser determinadas por el mercado. El segundo principio apunta a la necesidad de tasas de interés real positivas, para incentivar el ahorro, por un lado y desalentar la fuga de capitales, por el otro.

5) Tipo de cambio. Como en el caso de las tasas de interés, la tendencia es inclinarse por tipos de cambio determinados por las fuerzas del mercado. Se considera que el tipo de cambio real debe ser lo suficientemente competitivo como para promover el crecimiento de las exportaciones a la tasa máxima que el potencial del lado de la oferta del país lo permita, al mismo tiempo que se mantenga un eventual déficit de cuenta corriente a un nivel sustentable.

6) Política comercial. Las restricciones comerciales cuantitativas deberían ser rápidamente reemplazadas por tarifas arancelarias que deberían irse progresivamente reduciendo hasta situarse en torno al 10 por ciento (o al 20 por ciento como máximo). La liberalización de las importaciones constituye un elemento esencial en una política económica orientada hacia el sector externo. El acceso a bienes intermedios importados a precios competitivos se considera un aspecto importante en la promoción de las exportaciones, mientras que una política proteccionista a favor de la industria nacional y en contra de la competencia extranjera es vista como una distorsión costosa que en última instancia termina por penalizar el esfuerzo exportador y por empobrecer la economía local.

7) Inversión Extranjera Directa (IED). Deben abolirse las barreras de entrada de las empresas extranjeras; debe permitirse que estas compitan con las nacionales en iguales términos. Aunque la liberalización de los flujos financieros externos no es visto como de alta prioridad, una actitud restrictiva que limite la entrada de la inversión extranjera directa (IED) es considerada una insensatez. La IED, además de aportar el capital necesario para el desarrollo, provee capacitación y "know-how" para la producción de bienes y servicios tanto para el mercado interno como para la exportación.

8) Privatizaciones. La lógica de las privatizaciones obedece a la creencia de que la industria privada se administra más eficientemente que la empresa estatal. En general, se considera que la privatización de empresas de propiedad estatal constituye una fuente de ingresos de corto plazo para el Estado. En el largo plazo, se argumenta, el Estado se libera de la responsabilidad de financiar ulteriores inversiones. La creencia en la eficiencia superior de la empresa privada ha sido un dogma de fe para el CW.

9) Desregulación. Una forma de promover la competencia es mediante la desregulación. Este proceso fue iniciado en los EEUU por la administración Carter, pero fue profundizado durante el mandato de Reagan. Se le ha juzgado, de manera general, como un proceso exitoso en esa nación y se ha partido de la base que también puede producir beneficios similares en otros países, especialmente en América Latina, donde se practicaban economías de mercado altamente reguladas, al menos en el papel.

10) Derechos de propiedad. El sistema legal debería proveer derechos de propiedad seguros y sin costes excesivos y debería hacer accesibles tales derechos al sector informal.

La implementación de estas políticas fue resultado de la crisis de la deuda, inducida por el gobierno de Luis Echeverría como señala Toussaint (2006). Ya que a partir de 1973, los ingresos en divisas de México crecieron rápidamente gracias a la triplicación del precio del petróleo. Este aumento de ingresos tendría que haber puesto al país al abrigo de la necesidad de endeudamiento. Pero el volumen de los préstamos del Banco Mundial a México experimentó un gran aumento: se multiplicó por cuatro entre 1973 y 1981 (pasó de 118 millones de dólares a 460 millones de dólares), y el país se endeudó con bancos privados (estadounidenses, británicos, japoneses, alemanes, franceses, canadienses y suizos), con el aval del Banco Mundial. Las sumas prestadas por los bancos privados fueron más de diez veces superiores a los préstamos del Banco Mundial. Cuando estalló la crisis, en 1982, se contabilizaba 550 bancos privados acreedores de México. Para el Banco Mundial, la clave era conservar la influencia sobre el gobierno mexicano. Mientras la situación de las finanzas públicas, entre 1974 y 1976, se deterioraba gravemente y las señales de alerta se encendían, el Banco Mundial empujaba a México a seguir endeudándose.

El 20 de agosto de 1982, después de haber reembolsado sumas considerables en el curso de los primeros siete meses del año, el gobierno mexicano declaró que el país no estaba en condiciones de continuar los pagos, y decretó una moratoria de seis meses (de agosto de 1982 a enero de 1983). Le quedaba una reserva de 180 millones de dólares y debía desembolsar 300 millones el 23 de agosto. Había prevenido al FMI, a principios de ese mes, que sus reservas de divisas no llegaban más que a 180 millones de dólares. El FMI se reunió a finales de agosto con la Reserva Federal, el Tesoro de Estados Unidos, el Banco de Pagos Internacionales (BPI) y el Banco de Inglaterra. El director del FMI, Jacques de Larosiere, comunicó a las autoridades mexicanas que el Fondo y el BPI estaban dispuestos a prestarles divisas con una doble condición: que el dinero se destinara a pagar a los bancos privados y que aplicaran medidas de choque de ajuste estructural (CW). México aceptó. Devaluó drásticamente su moneda, aumentó radicalmente las tasas de interés nacionales, salvó de la quiebra a los bancos privados mexicanos nacionalizándolos y asumiendo sus deudas. Como contrapartida, confiscó los 6.000 millones de dólares que éstos tenían en caja. José López Portillo, presentó al pueblo mexicano esta última medida como un acto nacionalista. Se cuidó muy bien de aclarar que los 6.000 millones de dólares embargados servirían principalmente para reembolsar a los bancos extranjeros.

En 1970, la deuda externa pública de México se elevaba a 3.100 millones de dólares. En el año 2003, 33 años más tarde, era 25 veces mayor, llegando a 77.400 millones de dólares (la deuda externa pública y privada era de 140.000 millones de dólares). En este intervalo de tiempo, los poderes públicos mexicanos pagaron 368 mil millones de dólares (120 veces la suma adeudada en 1970). La transferencia neta negativa en el período 1970-2003 se elevó a 109 mil millones de dólares. En los 21 años que van de 1983 a 2003, sólo en dos de ellos (1990 y 1995) hubo una transferencia neta positiva de la deuda externa pública.

Y desde que el PAN gobierna con Vicente Fox y hasta septiembre pasado, el saldo de los requerimientos financieros del país pasó de 2 billones 318 mil 200 millones de pesos, en 2000, a 3 billones 577 mil millones de pesos en el segundo año de gobierno de Felipe Calderón; esto es 212 mil 290 millones más en dos años, en un repunte que contrasta con el discurso de manejo responsable de la deuda (Méndez, 2009).

Todo esto ha significado para los países endeudados en América Latina pasar de ser exportadores de materias primas a ser exportadores de capital indefinidamente, ya que los intereses hacen impagables esas deudas. Lo que se traduce en impactos a la calidad de vida de los habitantes en nuestros países. Es claro que hoy en día no existe ningún factor que indique que los llamados países en desarrollo vayan a llegar realmente a una modernidad semejante a la del centro. Lo que caracteriza en los ochenta a las economías de América Latina son situaciones de estancamiento y regresión. La reconversión del aparato productivo según las exigencias del mercado internacional indica que la tendencia a la exclusión de más y más individuos de las tareas productivas se mantendrá por lo menos en los próximos años. El subempleo y el desempleo suman ya, en muchos países, más de la mitad de la población. Las desigualdades aumentaron, para muchos, las condiciones de vida permanecieron iguales o empeoraron (París, 1990:73-87).

Algunos datos que ilustran esta afirmación son los siguientes: 800 millones de personas padecen de desnutrición y 4 mil millones viven en estado de pobreza, la riqueza de las 225 personas más ricas del mundo representa la renta del 47% de los más pobres del mundo, o sea que 225 personas ganan lo que 2 mil 500 millones de personas (Wiesenfeld, 2006:51).

EL CAPITALISMO Y LA CIUDAD

El término globalización se usa comúnmente para referirse al capitalismo, específicamente a la expansión del capitalismo en el mundo, lo cual se asocia automáticamente con Estados Unidos (EU), por supuesto, debido a que es la actual potencia hegemónica de este proceso de expansión (Andión, 2005: 19).

La globalización puede ser vista como un conjunto de estrategias para realizar la hegemonía de macroempresas industriales, corporaciones financieras, la televisión, la música y la informática, para apropiarse de los recursos naturales y culturales, del trabajo, el ocio y el dinero de los países pobres, subordinándolos a la explotación concentrada con que esos actores reordenaron el mundo en la segunda mitad del siglo XX (Garcia, 2002:31-34).

Situar la globalización en la segunda mitad del siglo XX es el resultado de la diferencia que esta tiene con la internacionalización y la transnacionalización. La globalización se fue preparando en estos dos procesos previos a través de una intensificación de dependencia reciproca, el crecimiento y la aceleración de redes económicas y culturales que operan en una escala mundial y sobre una base mundial (García, 2002:45-50).

El urbanismo es un fenómeno global y no hay actividad humana que no tenga como escenario el espacio urbano y prácticamente la totalidad de la vida social se lleva a cabo en la ciudad o campo.

El espacio urbano como receptáculo del sistema de vida de la comunidad, de las contradicciones sociales y reflejo de las ideologías imperantes, representa un interesante tema no solo los espacios físicos, sino lo individual y colectivo y no se puede disociar. El espacio sin el hombre deja de ser espacio urbano y se convierten en entelequia.

El espacio individual es el que representa la voluntad individual de cada ciudadano y se refiere básicamente a su habitad dentro de su grupo primario, y su reflejo es la vivienda. Este espacio individual es el de la convivencia familiar, en el que el individuo encuentra su reposo físico y mental, su armonía o equilibrio.

El espacio social se refiere al espacio urbano donde interviene la parte social de individuo, el urbanita que vive y convive con sus conciudadanos dentro de un sistema político-económico. Este espacio es en el que se inserta el “zoon politikon” de Aristóteles en el que el individuo se socializa, se politiza, se compromete, actúa no solo en nombre propio sino en nombre de un grupo mayor, busca que lo representen ante los problemas comunes o ser el representante, se junta con los demás para analizar los mismos acontecimientos, situaciones o eventos específicos. Es el espacio de todos. Se dice ser parisino, romano u oaxaqueño; se usa el nombre de la ciudad para identificarse e integrarse a la colectividad; se heredan y comparten costumbres, mitos, tradiciones, lengua, religión, instituciones políticas y sociales. Sirve de marco a la lucha de intereses de grupo, pero cuando los problemas rebasan los meros interés de grupo y toman un marco más amplio, se convierten en problemas de toda la ciudad y la lucha se traslada a un entorno más amplio que puede ser la región, la provincia o hasta la propia nación.

El binomio hombre-tierra es el que hace posible el desarrollo urbano y con la simple ausencia de uno de los dos desaparece el fenómeno. La plusvalía de la tierra debería ser para el pueblo y no para unos cuantos intereses individuales. La plusvalía social de la tierra debería servir para el ordenado, justo y equitativo desarrollo urbano y también para contar con las reservas territoriales que se requieren para el futuro crecimiento a un precio accesible (Rivera, 1987: 26-37, 55-57, 128-135).

Pero en algunas ciudades la globalización ha transformado sus funciones, su fisonomía y obviamente la vida del urbanita, en sus relaciones, sus espacios; a eso le denominan “ciudad global”.

Según Parnreiter (2002:90) “ciudad global” se refiere a una nueva forma de centralidad urbana causada por los procesos de la globalización. Son nudos de la economía global, donde se integran economías regionales, nacionales e internacionales. No se define ni por fronteras administrativas ni por el tamaño de su población, sino por sus funciones en la economía mundial. Son centros a través de los cuales los flujos de capital, información, mercancías y migrantes circulan, y desde donde se controlan y gestionan estos flujos. Son lugares de producción, de comercio y de consumo para servicios financieros, legales, de contabilidad, de seguros o inmobiliarias. Las ciudades son conectadas entre ellas a través de las mencionadas funciones, creando así una red global de ciudades. Las cuales surgen como puntos centrales, y sí América Latina está integrada al mercado mundial, es de suponer que las principales ciudades latinoamericanas formen parte del sistema urbano global.

La formación de la ciudad global está relacionada con modificaciones en la economía inmobiliaria. Donde aumenta la demanda por oficinas de alta calidad, porque las empresas dedicadas a los servicios al productor requieren de infraestructura.

La consecuencia de este aumento de demanda es un boom de construcción, enfocado a ciertos barrios –por lo general en los centros– y ciertos sectores del mercado. Por ende, desde los años 1980 “la rápida construcción de un complejo de oficinas de gran altura tras otro” (Sassen, 2001:334) caracteriza a la transformación física de ciudades globales.

El boom de inversiones inmobiliarias trans­fronterizas se intensificó aún más debido a que muchas empresas globales de ser­vicios al productor (sobre todo aquéllas del sector financiero), al mismo tiempo, son propietarios y usuarios de las oficinas. Así, dichas empresas se convirtieron en actores determinantes en los segmentos de primera cla­se de los mercados de oficinas en numerosas ciudades globales.

LA CAPITALISTA CIUDAD DE MÉXICO

Una de las zonas de la Ciudad de México que se ha transformado de manera drástica y en tan poco tiempo es Santa Fe. Una zona de la Ciudad de México que dejó de ser tiradero de basura para convertirse actualmente en una de las zonas más vanguardistas y costosas de la ciudad.




En la década de los sesentas los depósitos de arena y grava se volvieron complicados de explotar por lo que los dueños de empezaron a venderlas al Departamento del Distrito Federal, el cual los utilizó como relleno sanitario.

Para la década de los ochentas se había logrado cerrar la mayoría de los tiraderos de basura y se había iniciado la construcción de inmuebles. Para lograr esto, se procedió al desalojo de una ciudad perdida que se encontraba en lo que es hoy la colonia Centro de Ciudad Santa Fe, llamada “La Viñita”, la cual era el asentamiento de los pepenadores de la zona, que consideraban era la zona más limpia de los basureros.

En ese tiempo se crea la oficina gubernamental Servicios Metropolitanos del D.D.F. (SERVIMET) y con inversionistas privados crean el primer Plan de Desarrollo con la intención de permitir el uso de oficinas sin presencia de viviendas.

El proyecto de Santa Fe fue creado por un equipo interdisciplinario de arquitectos, urbanistas e ingenieros, que propusieron al entonces regente del Distrito Federal, Carlos Hank González convertir uno de los espacios más degradados del área metropolitana en una zona de "primer mundo" aprovechando su cercanía con zonas de alto nivel adquisitivo como las Lomas de Chapultepec, Tecamachalco, entre otras colonias que empezaban a formarse en los años 80's en la zona poniente de la Ciudad de México.

Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), el entonces regente de la ciudad Manuel Camacho Solís y sus colaboradores idearon un proyecto similar a la ultramoderna zona de La Défense en París. Para llevar a cabo lo anterior realizaron el Programa Maestro con el cual el gobierno e inversionistas pretendían regular y crear la infraestructura necesaria. El Programa Maestro de Mejoramiento de la ZEDEC Santa Fe se constituyó en 1987, en ella se establecen los lineamientos y la normatividad para su adecuado desarrollo, planteando como objetivos generales: contribuir al equilibrio ecológico, preservar las características de la cuenca hidrológica, aprovechar el potencial del uso del suelo, regular el desarrollo urbano, desarrollar la estructura vial y dotar de equipamientos e infraestructura.

En 1993 se inaugura el Centro Comercial Santa Fe en la zona de Totolapa, en ese tiempo se da el desalojo de los pobladores de la Romita y otras zonas, que en su mayoría son reubicados en la zona de San José en Cuajimalpa. Con este desalojo se amplía la avenida Tamaulipas y se inicia la construcción de la autopista de cuota México–Toluca. Un año después se crea la Asociación de Colonos ZEDEC Santa Fe, A.C; integrado por Automotriz Hermer, S.A. de C.V., Banca Serfin, S.A. de C.V., Impulsora Corporativa de Inmuebles, S.A. de C.V., Corporativo Opcion Santa Fe II, S.A. de C.V., Universidad Iberoamericana, A.C., Parque Santa Fe, S.A. de C.V., Inmuebles Hogar, S.A. de C.V. y Hewlett Packard de Mexico, S.A. de C.V.

La inadecuada infraestructura vial, energética e hidráulica, que originalmente se había planeado para una zona no habitacional, provoca en los residentes la necesidad de formar una organización a través de la cual crean una especie de “gobierno interno” en el cual administran una partida especial del G.D.F.

Con fundamento en lo anterior, en 2009 plantean los residentes la posibilidad de crear una nueva delegación en la zona que sea la responsable de administrar y ejercer los recursos del Fideicomiso. Esta nueva delegación es concebida como una forma de validar el casi autogobierno de la zona por el fideicomiso que lo administra, esta propuesta solo abarca las zonas residenciales y comerciales de gran nivel económico, excluyendo a las de bajo nivel que se encuentran en su periferia, las cuales forman parte de la problemática, ya que por ellas es por donde corren las vialidades y redes que conectan a la zona.

Actualmente, la Zona de Santa Fe está integrada por más de 250,000 personas en su calidad de residentes y de asistentes a escuelas, corporativos, comercios y empresas de servicios que ahí se ubican, aproximadamente hay 78,000 empleados, 4,311 viviendas residenciales, 8 millones de visitantes por año, 4 Universidades privadas y variedad de colegios particulares que atienden aproximadamente a 13,500 estudiantes, así como diversos edificios que albergan la sede nacional de diversas compañías tanto nacionales como extranjeras. Santa Fe es un desarrollo creado en un espacio de 3,648,846 m2 de construcción y presenta una afluencia vehicular de 146,575 autos aproximadamente.




En resumen Santa Fe es un proyecto sin concluir. Sin embargo, vale la pena destacar que los procesos de inversión pública y privada han permitido conformar su imagen urbana actual y su drástica transformación de una zona de tiradero de basura, explotación de minas y asentamientos irregulares a uno de los desarrollos inmobiliarios más importantes de la ciudad.

El papel económico de la Ciudad de México ha cambiado paralelamente con la globalización de la economía en México, se convirtió en una bisagra entre la producción nacional y el mercado mundial (Parnreiter 2002). Eso se ve, por ejemplo, en una concentración muy alta de los servicios al productor que están altamente centralizados no sólo en Ciudad de México, sino también adentro de la ciudad. El 55% del valor agregado mexicano se realiza en sólo tres delegaciones del Distrito Federal, es decir, en Cuauhtémoc, Miguel Hidalgo y en Benito Juárez.

El número de empresas grandes, que tienen sus sedes principales en la Ciudad de México, aumentó de manera continua y para­lelamente al aumento y la concentración de servicios al productor. En 1993, un año antes de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio (TLC), 256 de las 500 empresas más grandes tenían sus sedes principales en la Ciudad de México. Trece años más tarde ya fueron 352 –un aumento de 37%. La tendencia de centralización también se muestra adentro de la ciudad: de las empresas top-500, que tenían sus sedes en la Ciudad de México en 1993, 85% se estableció en el Distrito Federal –en el año 2003 ya eran 93%. Dentro del Distrito Federal se anota una dislocación hacia el poniente. Mientras la delegación central de Cuauhtémoc con su Centro Histórico y una parte del “Paseo de la Reforma”, y delegaciones del norte y noro­rientales que primordialmente están marcados por industrias, muy claramente van perdiendo importancia, Miguel Hidalgo, y en particular Álvaro Obregón y Cuaji­malpa en el poniente de la ciudad van ganando numerosas sedes de empresas.

El gran crecimiento de la oferta de inmuebles de oficina de alta calidad va acom­pañado por un cambio de la estructura espacial del mercado. En el poniente de la ciudad, y hasta cierto grado también en el sur, se formó un nuevo Central Business District (CBD), como ya se pudo suponer por la dislocación de las casas matrices de las empresas más grandes en México. En el año 2001, el CBD tradicional –el Centro Histórico, el Paseo de la Reforma aproximadamente hasta el anillo Periféri­co y a su norte Polanco así como Insurgentes y áreas circunvecinas– cubrió un 57% de todos los espacios de oficina.

Santa Fe, cuya participación en el mercado de oficinas se expandió del 12 al 17%, como Lomas Palmas (12% en 2008) y Bosques de las Lomas (10%) anotaron ganancias llamativas. Se ha, por ende, construido un nuevo CBD en el poniente de la ciudad. La mayoría de las oficinas de alta calidad se ha construido en el poniente de la ciudad: Santa Fe cuenta casi con un tercio del inventario A+ (2001: 22%; 2008: 32%), Lomas Palmas con 18%, y Bosques de las Lomas con 15%. En estas zonas, las áreas A+ constituyen el segmento más impor­tante del mercado (en Santa Fe componen el 56% de todo el inventario, en Lomas Palmas y Bosques de las Lomas, 44%). En el corredor Centro Histórico –en Paseo de la Reforma–, al contrario, pese al reciente boom de construcciones, sólo el 23% del espacio de oficinas pertenece a la clase A+.

La Ciudad de México entretanto tiene dos CBDs: 38% de las ventas de las empresas top-500 con sede en México se contabilizan en el CBD tradicional, mientras el 31% tiene su origen en el CBD nuevo. Muchas empresas que se han asentado desde los años noventa favorecen el nuevo CBD con sus oficinas de mejor calidad.

Eso se ve claramente en la relación entre la distribución espacial de la superficie de oficinas de primera calidad, por un lado, y de las sedes de empresas de posesión extranjera y la ubicación de servicios al productor, por otro. Santa Fe tiene el nú­mero más grande de empresas extranjeras top-500 (28), seguido por Lomas Palmas (23) y Polanco (18). Al mismo tiempo, en Santa Fe se gana un tercio de las ventas de empresas extranjeras top-500, mientras en Polanco son el 13% y de Lomas Pal­mas el 6%. En cuanto a las sedes de empresas de servicios al productor, si bien es cierto que Santa Fe no tiene el número más alto (el corredor Centro-Reforma cuen­ta con 30, Lomas Palmas y Insurgentes con 24 cada uno, y Santa Fe sólo con 16) es importante destacar que en cuanto a las ventas Santa Fe está dominando muy cla­ramente: allí se originan el 36% de las ventas de empresas de servicios al productor.

La nueva geografía corporativa está marcada por un patrón particular de las empresas que en su mayor parte son de propiedad extranjera, y de las empre­sas de los servicios al productor. Ambas tienen otras preferencias de ubicación que las empresas mexicanas: se instalan con mayor frecuencia en la Ciudad de México, y adentro de la ciudad favorecen a oficinas en Santa Fe y en otras partes del nuevo CBD. Eso sugiere que los procesos de formación de la ciudad global han modifica­do la demanda para oficinas en la Ciudad de México cuantitativa y cualitativamen­te.

CAPITALISMO Y CRISIS DE IDENTIDAD

En los últimos treinta años los países latinoamericanos se vieron lanzados a la modernización, a la industrialización y a un nuevo reparto económico mundial. De tal forma que sobre los grupos sociales se impusieron valores y elementos de la cultura y de discursos del centro capitalista, como el individualismo.

Que a decir de Castells (2005:20-25) con la crisis de la identidad surge el individualismo de la crisis de las instituciones y la disolución del Estado-nación, ya que antes la sociedad civil se constituía en articulación con el Estado, pero cuando este tiene que atender a la dinámica de flujos globales desatiende sus obligaciones y por lo tanto pierde legitimidad ante los sectores golpeados donde surge la oposición a la globalización (capitalismo) y a sus agentes, los gobernantes.

Por identidad entenderemos que:

- La identidad da, en primer lugar, al individuo, una noción de permanencia: le da puntos fijos de referencia.

- En segundo lugar, le brinda una existencia en estado separado, es decir marca las fronteras de su yo; circunscribe su unidad y su cohesión.

- Finalmente, al señalarse su semejanza con otro yo, la identidad da la posibilidad al individuo de relacionarse con el otro.

El individuo solo puede definir su propia identidad al interior del grupo, como socialización. El grupo, a su vez, encuentra también su cohesión y su identidad en su normatividad general; en valores, imágenes y mitos.

Habermas describe el proceso de modernización como una ruptura de esa unidad: una ruptura de creencias y de pertenencias, de tal forma que el individuo se ve escindido de su propia comunidad.

La ruptura de la identidad se da por una pérdida repentina de las expectativas y de las vinculaciones sociales en momentos de acceso a nuevas posiciones o entornos existenciales: el paro, la emigración, las guerras, fatalidades personales o catástrofes.

En tales situaciones, lo individuos tienden a destruir su propio pasado. Su memoria deja bruscamente de proveerles de las normas y valores que rigen su vida; la tradición del grupo pasa al olvido o se oculta conscientemente y con vergüenza. Esta situación puede ser resultado de los procesos modernizadores, que desarraigan a los individuos, los arrancan de sus tierras o de su cultura imponiéndoles la vida en ambientes totalmente extraños y sin pasado (París, 1990:73-87).


Referencias:


- Anderson, P., (1996). Balance del neoliberalismo: lecciones para la izquierda. Trayectorias y Perspectivas no. 8.


- Andión, M., (2005). Los medios universitarios frente a la globalización de la cultura. México: Reencuentro No. 44.


- Castells, M., (2005). Globalización, desarrollo y democracia: Chile en el contexto mundial. Chile: FCE.


- García, N., (2002). La globalización imaginada. México: Paidós.

- Lomoro, R., (1997). Réquiem por el Consenso de Washington. Recuperado de www.realidadeconomica.com el 2 de julio del 2011.


- Mendez, E., (2009). De $ 3 billones 557 mil millones, la deuda externa. Recuperado de http://www.jornada.unam.mx/2009/01/12/index.php?section=economia&article=023n3eco el 25 de junio del 2011.

- París, Ma. D., (1990). Crisis e identidades colectivas en América Latina. México: UAM-X, Plaza y Valdez.


- Rivera, Fernando. (1987). El urbanita. Política y urbanismo. México: SEP.

- Toussaint, E., (2006). La crisis de la deuda mexicana y el BM. Recuperado de http://alainet.org/active/11834&lang=es el 28 de junio del 2011.

- Wiesenfeld, Esther. (2006). El rescate de las comunidades en el marco de la globalización. Athenea Digital.